La vida da muchas vueltas y el que hoy tiene una casa de 200m2 mañana puede estar viviendo sobre cuatro ruedas. Hay quien puede tomarse esa afirmación, sobre todo teniendo en cuenta cómo están las cosas actualmente, pensando que hablo de bancarrota y de una familia que acaba perdiendo su vivienda, pero hoy mi historia es mucho más amena, mucho menos dramática.
Juan es un joven ejecutivo que con un golpe de suerte, y algo de ayuda por parte de familiares influyentes, consiguió un puesto de trabajo en una multinacional holandesa con sede en España. A sus 28 años había consigo casi de todo en la vida, tenía un puesto de trabajo importante como alto cargo directivo, un sueldazo impresionante y una vivienda de más de 200 metros cuadrados con jardín y piscina. Quien viera su vida desde la distancia podría parecerle el hombre más feliz del mundo pero la realidad era muy diferente. Odiaba su trabajo, estudió ADE sólo porque su padre le obligó, igual que le obligó también a coger ese empleo. Si por él hubiera sido habría tirado todo por la borda hace mucho, pero era un chico muy responsable, o eso le habían hecho creer hasta ahora.
Un día, tras conocer en un pub a un joven que llevaba viajando dos años en una furgoneta, empezó a prender la mecha de la rebeldía en su interior. Tenía ahorrados casi 90 mil euros y podía permitirse un año sabático si le daba la gana, lo que pasa es que no las tenía todas consigo. Lo meditó durante mucho tiempo y tras varios meses de idas y venidas pidió una excedencia a la empresa ante los ojos atónitos de muchos jefazos. “¿Un año de excedencia?”, preguntaban algunos, “¿Estás enfermo?” preguntaban otros, y los más atrevidos exclamaban: “Te has vuelto loco, definitivamente.” Pero él había tomado una decisión.
Se compró la mejor caravana que encontró en caravanas-cruz.com y la aparcó durante mes y medio en este parking en el centro de Barcelona mientras preparaba el viaje de su vida. Pensaba ir de España a Francia en tres días y recorrer diferentes pueblos (no quería pisar ni una sola ciudad) durante dos semanas y, tras ellas, poner rumbo a Suiza. Dos semanas más recorriendo la aquello y el segundo mes lo dividiría entre Austria y Alemania. Para el tercer mes pretendía estar en Polonia, cruzar a Bielorrusia y acabar en Ucrania. De allí a Moldavía y Rumania, Bulgaria y Grecia. Luego iniciaría la vuelta: desde Grecia pasaría por Macedonia, Kosovo, Montenegro, Sarajevo, Croacia, Eslovenia, Italia, y la de nuevo Francia y España.
Pero no volvió
El problema es que ese camino de regreso no lo inició nunca, ni regresó a su puesto de trabajo. Juan ahora vive de la carretera, vive de sus historias, de sus experiencias viajeras, vive del mundo. La última vez que su padre habló con él estaba en Uzbekistán pero quién sabe dónde tendrá ahora mismo aparcada la caravana. Igual está en Nueva Delhi que en el Nepal, aunque algo le dice a su madre que estará camino a Tailandia, un país que siempre ha querido visitar, desde pequeño. ¿Y sabéis qué? Ahora es el hombre más feliz del mundo y le da lo mismo no tener bienes, y le da igual lo que opinen los demás.
A veces no debemos hacer lo que nos dicen los demás que es lo correcto, sino lo que nosotros creemos que es lo ideal para nuestra felicidad. Eso sí, hay que ser extremadamente valiente para hacer lo que hizo Juan. ¿Y vosotros? ¿Lo dejaríais todo para ir a recorrer mundo?