La gente dice que soy joven que tengo toda la vida por delante y que es lo mejor que me ha podido pasar. Pero tengo claro que separarme de mi mujer después de estar 20 años juntos y tener un hijo de diez, no es lo mejor que me ha podido pasar. Pero tengo que aceptarlo. Supongo que su misión como amigos (o eso dicen) es animarme y descubrirme que el mundo no se acaba aquí, pero es muy complicado.
Hace ya dos años que me separé y aún no he visto la salida del túnel. La verdad es que en este tiempo he podido comprobar todas las fases por las que pasa un separado. Al principio estaba en una nube de la que no quería salir. En esa fase es cuando los amigos te llaman para salir. Quieren quedar contigo a todas las horas. Una salida por la noche a los bares de copa o a comer al día siguiente. Sin embargo te das cuenta que dos décadas después, el ocio nocturno ha cambiado mucho. No sabes ligar, no sabes cómo encarar una nueva conversación con una chica. Y sobre todo, todo te recuerda a tu ex.
De cabeza a internet
Con el paso de los meses, todo se va pasando. Esos amigos que te llamaban para salir se han echado pareja y ya no quieren saber nada de ti. Es en ese momento cuando decides apuntarte a las famosas páginas de internet para ligar. Buscas ir a lo fácil. Yo en mi caso estuve registrado en dos de ellas. Es ahí donde volví a conocer lo que era estar con una mujer, ahora bien, solo sexo. Ni amor ni nada. Mi opinión sobre estas páginas es que están bien para gente que es tímida, que no tiene tiempo para salir, pero también he comprobado que hay mucho tarado. O mujeres que piensan que van a encontrar el príncipe azul. Tuve alguna experiencia muy buena, pero en otras, tuve que salir corriendo. La más divertida, ahora lo parece, es cuando quedé con una mujer que se me presentó con su madre de 80 años, porque tenía que dar el visto bueno a la relación. De locos.
Me vuelvo al pueblo
La tercera fase es la de volver a tus raíces. Es decir, volver al pueblo. Es el momento de más nostalgia. Y claro, las cosas cambian. Intentas quedar con los que fueron tus amigos, y claro que quedan, pero se tienen que ir pronto porque han quedado con sus mujeres e hijos. En fin, un regreso bonito pero sabiendo que las cosas han cambiado.
Al final me di cuenta de que la solución a mis penas estaban en un chaval de 1.40 metros. Mi hijo Miguel fue el que me hizo ver la luz. Un día me vino con la pantalla de su tablet, hay que ver cómo manejan las nuevas tecnologías, y me dijo “¿papá, por qué no hacemos cosas juntos?”. Llevaba toda la razón, no me había dado cuenta de que él era la solución a mis problemas. Estaba perdiendo el tiempo buscando el amor, cuando le tenía a mi lado. Lo primero que hice es hacer una excursión con él. Nos fuimos a Ocio Aventura Cerro Gordo, un parque de aventuras donde me reencontré con mi hijo. Realizamos actividades de calidad en la naturaleza, por ejemplo el barranquismo o el rafting.
Por fin tuve la sensación de que me estaba divirtiendo, pero sin forzarlo. Era yo mismo. Y cuando veía la cara de mi hijo, comprobé que hasta ese momento todo era postureo. Así pues, cuando veas que no sales de un túnel, solo tienes que mirar a tu alrededor para ver lo que realmente merece.