Tenía 5 años, cuando montó en un avión por primera vez, su familia volaba hacia una nueva vida en América. A su madre, le habían dado un puesto en Nueva York, una gran oportunidad que, según ella, no podía desaprovechar. Un buen sueldo, un buen seguro médico, y multitud de ventajas y oportunidades de formación y promoción, argumentaba Cecilia. Se instalaron en Manhattan, el mejor barrio de la ciudad, en una increíble mansión, como las de las pelis. Martín (en el futuro (Martin, con acento en la a), era pequeño, y no era consciente del gran cambio. No así su hermana, Irene, que con casi 13 años, se daba cuenta de todo (las malas lenguas, decían que se iban para alejar a Alfredo de su amante, Cristina, una antigua novia a la que nunca había dejado de ver) y apenada, había tenido que dejar atrás toda su vida: sus amig@s, su colegio, al que había asistido desde los 3 años, su barrio, la playa de Canelas, donde tenían su casa de vacaciones. Siempre habían vivido bien en La Moraleja, y su madre, también tenía en Madrid una buena posición, un sueldo envidiable, una inmejorable reputación. ¿Por qué tenían que irse tan lejos?, ¿todo lo que conocía se había acabado para siempre?
No fue así. Regresó a su querida ciudad natal. Cuando tenía 17 años, su padre y su madre decidieron poner fin a la relación. O más bien lo decidió ella que cansada de las infidelidades de él, lo puso un buen día, de patitas en la calle. Al fin y al cabo, todo era de Cecilia, y había sido lo suficientemente lista como para hacer separación de bienes. Alfredo, volvió a Madrid, e Irene, se fue con él.
Fue duro, pero Cecilia aceptó. Era una chica lista, responsable y muy segura de lo que quería. Si no la dejaba marchar, en menos de 1 año, se iría. Se lo había dicho, o más bien, la había amenazado. O ahora por las buenas, o después por las malas. Y entonces, no volverás a verme. Irene no era feliz en los EEUU.
Sí lo fue en Madrid, 4 años más tarde, conocería a su mejor amiga, primero, y novia después, Arancha, una joven bilbaína que estudiaba periodismo. Hace poco, se han casado y están esperando a su primer hijo, fruto de un acuerdo entre ambas, por el que las dos, tendrían sexo con Ronaldo, un músico brasileño, sano, y muy atractivo. De esta forma, nunca sabrían quién era la madre biológica. ¿Y sí algún día Ronaldo reclama? Imposible, no sabe nada del asunto, y tampoco pregunta, ¿para qué?
Adrián hizo su vida con normalidad. Destacaba en el colegio, era popular y era bueno en deporte. Todo lo que necesitaba para ser feliz. Pero echaba de menos a Irene. Cada vez la veía menos. Ella apenas los visitaba. Y es que no sé qué manía le ha cogido a New York que no quiere venir nunca, solía decir su madre.
Conque, cuando se acercaba el día del 26 cumpleaños de Irene, Martín tuvo una idea: sorprenderla en Madrid, acompañado de su nueva novia, Jane, y darle la gran noticia: pasarían un año en el país. Viajarían y Jane aprendería español. La joven, era la hija de una pareja de abogados muy prestigiosos en la ciudad, pero les había salido rebelde. Ella estudiaba filosofía, a pesar de que su familia, no apoyaba la decisión. Así que, ambos agarraron sus maletas, y decidieron viajar a España.
¡Que contenta estaba Jane! Por fin, iba a conocer el país. Se había prometido viajar cuando hubiera ahorrado lo suficiente. Había viajado un montón, pero nunca sola, y nunca a un país, a sus ojos, tan exótico. Aquí, muestran una imagen un poco distorsionada de lo que es España, pero no creas que es tal y como cuentan, le decía, entre risas, Martín.
El último viaje de Jane
Por poco no llegan a tiempo. Jane olvidó el pasaporte y tuvieron que volver a su casa a buscarlo. Así que llegaron por los pelos. El taxista, encantado, de la vuelta que habían tenido que dar, les ayudó amablemente con las maletas.
Jane no conoció España. No llegó a salir del JFK.
Un hombre, de aspecto completamente normal, se diría que se trataba de un asesor inmobiliario, un comercial o un funcionario, pretendía viajar a España con material de contrabando. ¿Qué era? Pues parece que armas. Nunca quise saber. Se puso nervioso durante el cacheo, la policía sospechó, y finalmente encontraron el alijo. Al hombre, que debía estar como una cabra, no se le ocurre otra idea que sacar una pistola, escondida, vete tú a saber, y ponerse a disparar a diestro y siniestro. Solo hubo una víctima mortal, Jane. Acto seguido, lo acribillaron a tiros.
Martín, sí viajó, más tarde, pero se fue, y jamás volvió a N.Y. Una vez aquí, y finalizados sus estudios de INEF en la UPM, decide hacer un curso de seguridad aeroportuaria. Una espinita clavada. Su perfecto inglés, le permitía realizarlo en el idioma, así que no tuvo ningún problema para hacerlo con Facilities Airport, que imparte este curso en inglés, y es imprescindible para trabajar en la zona de seguridad en el aeropuerto. Su equipo de profesionales en activo con más de 15 años de experiencia docente en el sector aeronáutico y aeroportuario, le daba confianza, y era justo lo que estaba buscando: un curso diseñado por profesionales en activo, ágil y de fácil comprensión y asimilación, y además online, de esta forma, podía seguir trabajando en el gimnasio.
Hoy, trabaja en el aeropuerto, actividad que combina con la de empresario. Hace poco abrió su propio centro deportivo. Y a pesar de que su negocio le aporta importantes beneficios, Martín, vive con una misión: impedir, con todas sus fuerzas, que una desgracia como la de Jane, se vuelva a repetir, al menos, en su aeropuerto.