Siempre me ha gustado la arquitectura porque me permite convertir ideas abstractas en espacios donde la gente puede vivir, trabajar o simplemente sentirse bien. Pero, siendo honesto, uno de los mayores problemas que he tenido siempre como arquitecto era conseguir que los demás vieran exactamente lo que yo tengo en la cabeza. Y es que, los planos y los dibujos técnicos son perfectos para organizar la obra, pero para alguien que no está acostumbrado a leerlos, pueden ser como si le hablaras en otro idioma…
Entonces pensé “¿Cómo puedo hacerlo para que todo el mundo entienda mi visión sobre todo esto?” y encontré la solución: el mundo del 3D. Aprendí a usar las representaciones digitales en 3D y todo dio un giro enorme; de pronto, mis proyectos pasaron de ser planos y bocetos hasta convertirse en algo que la gente podía “ver” de verdad antes de existir ¡Era increíble!
¿Quieres que te siga contando esta pequeña historia de éxito? Entonces acompáñame y te lo contaré todo.
¿Qué son estas imágenes y por qué funcionan?
Quizá te preguntes qué es exactamente eso de ver un proyecto en 3D, y créeme, la manera más sencilla de explicarlo es pensar en un videojuego o en una película animada: en lugar de ver líneas sobre un papel, ves el edificio con volumen, colores, materiales y hasta luz natural.
Puedes mirar la casa desde distintos ángulos, imaginar cómo será pasear por sus habitaciones o cómo la luz entra por las ventanas a distintas horas del día. De hecho, puedes incluso crear representaciones de personas (algo así como muñequitos virtuales) que se paseen por ese paisaje. ¡Es como si tu proyecto cobrara vida y dejara de ser solo una idea en tu cabeza!
Además, como punto positivo he de decir que para alguien que no tiene experiencia con planos, estas imágenes hacen que todo sea mucho más fácil de entender y más emocionante de descubrir.
La primera vez que lo probé fue muy asombroso.
Ahí estaba yo, con todo preparado, mis planos, mis bocetos, y el contacto de Delineante Infografía 3D que me había pasado mi compañero de proyecto.
Cuando vi la presentación en 3 dimensiones me quedé súper asombrado. De repente podía ver el efecto de los materiales, la proporción de los espacios, e incluso la luz natural iluminando cada rincón, algo que los planos nunca podían mostrar de forma clara.
¡Fue como jugar a crear tu casa en los Sims, pero en plan profesional!
Recuerdo que me quedé un buen rato fijando la vista en la pantalla, ampliando cada detalle como si estuviera paseando por la casa antes de que existiera. Podía abrir mentalmente las puertas, asomarme a las ventanas y hasta imaginar dónde colocar los muebles. Lo curioso es que esa experiencia me cambió el chip: ya no pensaba en líneas, medidas o datos fríos, sino en cómo se sentiría una persona al entrar en ese espacio.
Lo más gracioso fue que, en mi cabeza, hasta empecé a organizar una cena ficticia en el comedor digital: visualizaba a la gente sentada, las luces encendidas y hasta dónde iría la planta del salón. Fue un ejercicio tan inmersivo que, por primera vez, tuve la certeza de que estaba diseñando algo vivo, no solo una estructura, ¡Imagínate!
¿Cómo me ayudó con los clientes?
Antes de las infografías en 3D lo pasaba fatal al explicar mis proyectos. Describía habitaciones, alturas, materiales y colores, pero muchas veces los comentarios que recibía demostraban que se habían perdido en la explicación. La gente decía que no veía bien las cosas “sobre plano” y claro, ¡era cierto que el proyecto estaba más “plano” que nunca!
Por eso cuando empecé con las representaciones en tres dimensiones pude notar la mejoría en sus reacciones. Mis clientes podían “caminar” virtualmente por su futura casa u oficina, mirar cómo quedaban los ventanales, entender la distribución de los muebles y sentir el ambiente que quería crear. Fue bastante esclarecedor la verdad.
Recuerdo, por ejemplo, una pareja que dudaba mucho sobre el salón. No sabían si quedaría demasiado pequeño o si la luz natural sería suficiente, y con la imagen 3D que les mostré, pudieron ver cómo el sol entraba a través de las ventanas por la tarde y cómo un sofá grande cabía sin problema.
Para mí, eso fue un alivio enorme, porque no tuve que convencerlos con palabras, simplemente pudieron verlo con sus propios ojos.
Mi creatividad también evolucionó.
Además de facilitar la comunicación, estas representaciones influyeron mucho en mi proceso creativo. Antes, tomar decisiones sobre materiales, colores o distribución implicaba adivinar cómo quedaría todo, confiando solo en mi experiencia. Ahora podía probar distintas combinaciones en la pantalla, mover paredes, cambiar suelos o ajustar la luz antes de que nada se construyera.
En uno de mis proyectos, sin ir más lejos, dudaba entre usar madera clara o un suelo más oscuro, pero con la representación digital pude comparar ambas opciones en segundos. Descubrí que la madera clara hacía que el espacio pareciera mucho más grande y luminoso, algo que era perfecto para un piso pequeño. Esa decisión, que podía haber tardado semanas de pruebas y discusiones, la resolví en un rato gracias a poder “ver” el resultado antes.
También me ayudó a arriesgarme más con ciertas elecciones: hubo un cliente que quería un baño con azulejos de colores muy atrevidos, y como yo tenía mis dudas, lo representé. Al probarlo en la imagen digital vi que funcionaba sorprendentemente bien, y eso me dio confianza para apoyarle en su idea. Gracias a ello el resultado final fue mucho mejor de lo que esperaba.
Mejora en la coordinación con el equipo.
Otro gran beneficio fue la colaboración con el resto del equipo. Ingenieros, constructores y decoradores podían ver exactamente cómo debía ser cada espacio, evitando confusiones sobre medidas o materiales. Antes, muchas aclaraciones requerían reuniones largas y explicaciones detalladas; ahora, con solo mirar la imagen, todos sabían lo que había que hacer.
En una obra en la que trabajé, hubo un momento en que los contratistas tenían dudas sobre la altura de un techo inclinado. Con la imagen tridimensional no solo se aclararon al instante, sino que también pudieron prever cómo trabajar mejor para conseguir el efecto deseado.
Integración con nuevas tecnologías.
Con el tiempo descubrí que estas imágenes también se pueden combinar con otras herramientas digitales, como recorridos virtuales o animaciones. Esto ayuda a que el cliente explore cada rincón, vea diferentes materiales o incluso recorra la casa desde su móvil. Para mí, esto ha sido un cambio enorme: cada proyecto se convierte en una experiencia realmente inmersiva, donde todo puede probarse y ajustarse antes de que nada exista físicamente.
Uno de mis clientes me pidió incluso un recorrido virtual para enseñárselo a su familia que vivía en otro país. Ver cómo compartían la experiencia, recorriendo juntos un espacio que todavía no estaba construido, fue algo que me hizo darme cuenta del poder real de esta herramienta: muestra un diseño, pero también crea ilusión.
Aprendizaje y evolución profesional.
Aprender a usar estas herramientas ha sido complicado, pero también ha sido una oportunidad. Me obligó a ampliar mis conocimientos, a pensar en nuevas formas de presentar mis ideas y a valorar detalles que antes pasaban desapercibidos. Hoy, estas representaciones forman parte indispensable de mi trabajo para mostrar proyectos, sí, pero también como una manera de diseñarlos mejor, con más seguridad y creatividad.
Además, lo mejor de todo es que, al final, también me han hecho disfrutar aún más de mi profesión. Ver a los clientes ilusionarse, sentir que el equipo trabaja con menos tensiones y comprobar que yo mismo diseño con más libertad, ha convertido mi día a día en algo mucho más motivador.
Una anécdota que me marcó.
Hubo un proyecto en particular que me dejó huella:
Una familia me pidió diseñar la que sería su primera casa juntos, pero cada uno tenía una visión distinta: el padre soñaba con un salón grande para reuniones familiares, la madre quería una cocina amplia y luminosa con vistas al jardín, y los niños solo pensaban en tener un espacio donde poder jugar y pintar las paredes sin que nadie se enfadara demasiado.
Cuando les mostré las primeras imágenes digitales, recuerdo el silencio absoluto que hubo en la sala. Fue un instante corto, pero cargado de emoción: por primera vez podían ver cómo se unían todas sus ideas en un mismo espacio. Los niños empezaron a señalar dónde pondrían sus juguetes, la madre se imaginaba preparando la comida mientras el sol entraba por la ventana, y el padre calculaba dónde colocar la mesa del comedor para reunir a todos los domingos.
Yo, desde mi lado, comprendí lo valioso que era mi trabajo en ese momento. No estaba solo diseñando una casa; estaba dando forma a los sueños de una familia. Esa reacción me confirmó que estas herramientas tienen la capacidad de despertar ilusión y de unir a las personas alrededor de una idea común.
¡Y eso era muy bonito!