El año de las vacaciones en el Mediterráneo, una de nuestras mejores experiencias

Quizá os suene a tontería, pero el año que pasamos las vacaciones en el Mediterráneo fue una de nuestras mejores experiencias. Ese año salimos mi pareja y mis dos hijos de nuestra casa en Madrid para dirigirnos al Mediterráneo. Lo hicimos sin rumbo, cogimos la A3 y al llegar a Valencia decidimos para donde tirar. En este caso nos fuimos hacia el norte por la carretera nacional que va a Barcelona y cuando ya se estaba haciendo de noche decidimos parar. Quizá haya sido por casualidad, quizá por el destino, todavía no lo tenemos claro pero lo cierto es que acabamos en Peñíscola. 

Para los que no la conozcáis, Peñíscola es una villa situada al norte de la provincia de Castellón en la que, además de ser un foco importante de turismo, lo cierto es que esta urbe acoge el castillo del Papa Luna. Este castillo Templario-Pontificio de Peñíscola se comenzó a construir en 1294 y fue terminado en 1307. Esta fortaleza ocupa la parte más elevada del peñón donde se encuentra la ciudad de Peñíscola, la cual, como os decimos, está situada al norte de la Comunidad Valenciana. Toda ella es una fortaleza completamente amurallada, unida a tierra por una estrecha lengua de arena, que antiguamente desaparecía cuando había tempestad y que hoy está ocupada por la ciudad. Es por ello por lo que Peñíscola es conocida como «la ciudad en el mar» y se encuentra en la Costa de Azahar.

Así, como os hemos mencionado, esta fortaleza fue construida por los caballeros Templarios. En ella edificaron el castillo a imagen y semejanza de los que antes habían construido en Tierra Santa. El monumento conserva en la actualidad todas las particularidades de una obra templaría siendo uno de los más claros exponentes de dichas características. Muestra una arquitectura gótica de marcado carácter románico puro y estilo cisterciense, austero. Además, tiene un perímetro de 230 metros y una altura media de veinte metros, y 64 metros sobre el nivel del mar. Destaca su parecido con el castillo de Miravet, construido 150 años antes. 

Que me haya parado a contaros un poco mejor como es el castillo de esta urbe no es casualidad y es que tanto a mis pequeños como a mi pareja nos gusta mucho la historia, por lo que prácticamente le dedicamos un día entero a no dejar ninguna calle sin recorrer y ningún rincón sin visitar. Tanto fue así que tras un día de visita y otro de playa, emprendimos el viaje hacia el sur parando por todos los pueblos de la Costa del Azahar hasta llegar a Valencia. 

A la ciudad del Turia también le dedicamos un par de días y es que nuestros jóvenes querían ir al acuario, así que, entre otros lugares, aprovechamos estos dos días para ver:

  • La ciudad de las artes y las ciencias.
  • La catedral y la plaza de la virgen.
  • La lonja de la seda.
  • El barrio del Carmen y sus palacios.
  • El mercado central.
  • El Oceranogràfic, por petición de los más jóvenes.
  • La marina de València y las playas como la de la Malvarrosa.
  • Los museos de la ciudad.
  • El parque Natural de la Albufera.
  • El jardín del Turia.
  • Los frescos de San Nicolás.
  • El mercado de Colón y Ruzafa.
  • El Palacio del Marqués de Dos Aguas.

Denia, el final de nuestra ruta y el lugar donde volveremos seguro

Denia fue el final de nuestra ruta y es que hasta aquí nos dirigimos tras pasar por Valencia y, según llegamos, también nos quedamos pasmados de su encanto, como nos ocurrió con Peñíscola. Esta bella urbe acoge lugares únicos, como su castillo o sus calles céntricas y es por ello por lo que aquí alquilamos una casa para pasar unos días antes de volver a nuestro hogar. Como no conocíamos, preguntamos y nos recomendaron que nos dirigiéramos a Romer playa inmobiliaria y lo cierto es que quedamos encantados, tanto por su atención como por la casita que nos alquilaron, con unas vistas inmejorables. Es por ello por lo que nada más instalarnos nos decantamos por pasear y fuimos a ver, como no podía ser menos, el castillo de Denia.

Este fue construido sobre un acantilado con vistas a la costa, habitado y fortificado desde la época romana y que se ha convertido en el símbolo de la ciudad. La fortaleza, que ha sido declarada «Monumento de Interés Cultural», fue construida en el siglo XI, durante el periodo de la dominación árabe. El estilo arquitectónico original era almohade, pero a lo largo de los siglos el complejo ha sufrido numerosos cambios y reconstrucciones. Hoy en día es posible identificar elementos añadidos durante el Renacimiento y el siglo XVIII, además de restos de un asentamiento romano.

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