Cuando alguien accede a tu vivienda sin tu permiso la sensación de inseguridad y de extrañeza que se crea en tu interior es muy difícil de sobrellevar. Estoy hablando de los robos que muchos de nosotros hemos sufrido en nuestra propia piel, una situación que no le deseo a nadie. Antes, cuando alguien me contaba su experiencia y me decía que se sentía rara viviendo en su casa yo no podía entenderlo, ahora sí.
El viernes de la semana pasada me fui a trabajar como cada día, a las 8 en punto de la mañana cerré la puerta de mi casa con llave y me fui a por el coche, arranqué y puse rumbo al trabajo. Cuando regresé noté algo muy raro, y es que mi perro estaba encerrado en el salón. Aunque me pareció extraño no le di demasiada importancia, pensé que igual había cerrado yo la puerta sin darme cuenta, pero cuando fui a por mi ordenador portátil y no conseguí encontrarlo por ninguna parte todos mis sentidos se pusieron en alerta.
Revisé todo minuciosamente y me faltaban varias cosas: el ordenador con su cargador, 200 euros que había dejado en la mesita de noche para la compra semanal, una esclava de oro que también estaba a la vista, la cámara de fotos que reposaba en un estante del despacho y una consola de estas portátiles con la que me entretenía los domingos por la tarde… hasta ahora.
Me fijé en la puerta de la casa, nada me habría hecho pensar que había sido forzada, estaba en perfecto estado, y la cerradura también. Llamé a la policía y vivieron los de la científica a buscar huellas, pero nada… nunca volví a ver mis cosas. Llamé a Robo en Casa, un abogado especialista de Durán & Durán para que me ayudara con todo el papeleo que necesitaba para pedirle al seguro que me repusiera, económicamente, todo lo perdido, pero nadie podía reponerme la sensación que se había instaurado dentro de mí.
Me habían robado mi privacidad
Aquella noche, cuando me fui a la cama, no podía evitar mirar a mi alrededor y pensar que una persona que no conocía, que había entrado a robarme, había estado allí, y que a lo mejor se había sentado en mi cama, o en mi escritorio. Tuve que cambiar las sábanas y yo no soy aprensiva, pero la sensación de incomodidad iba en aumento.
Al final no lo pude evitar y me mudé, dos calles más abajo, a una vivienda muy similar y que probablemente no me mantenía más a salvo que aquella en la que había vivido hasta ahora, pero el desasosiego pudo conmigo. Llamé a Mediterráneo Expres, una empresa especializada en el transporte de muebles, y en menos de dos días ya estaba durmiendo en mi nueva casa.
Supongo que habrá quien lea esta experiencia y no lo entienda, quien piense que soy una exagerada o una extremista, y sé que esa gente existe porque yo era una de ellas antes de sufrirlo en mi propia piel, así que os aseguro, a todos vosotros, que es algo que puede ocurrir, nadie está a salvo de un robo, y el sentimiento que se te instaura es tan complicado e incómodo que no me extrañaría nada que acabarais tomando la misma decisión que tomé yo, aunque no os lo creáis.