¿Quién dijo que para tener una boda de ensueño hace falta invitar a 500 personas, tener un prado verde lleno de flores para el cocktail y las fotos, y luego un banquete por todo lo alto con un chef que te haga menús gourmet con nombres tan variopintos como “entrecot a las hierbas con extracto de cebolla caramelizada y aroma de queso roquefort”, que al final viene a ser lo mismo que decir que el plato principal es un entrecot al roquefort con cebolla caramelizada. De hecho, sólo por poner ese nombre tan divino y media ración en el plato en lugar de una completa ya te cobran el doble de lo normal… pero queda tan bonito…
Este tema está tan idealizado que cuando una joven tiene una boda menos glamurosa, bien porque su economía no le permite nada más o bien porque algo falla el día D, se lleva el disgusto de su vida. Valiente hipocresía.
Una historia de verdad
Sin embargo luego encontramos a gente como Ana y Toni, dos jóvenes que sabían muy bien lo que querían, a quien querían y lo que significaba el matrimonio para ellos.
Como toda princesa, Ana quería llevar un vestido precioso el día de su boda pero… ¿tenía que ser el típico vestido que luego no te vas a volver a poner y que te cuesta un mínimo de dos o tres mil euros? Ella no lo creía así, y por eso fue directa a Joana Diestre y le dijo lo que estaba buscando: “Quiero un vestido para mi boda, pero quiero poder usarlo en otras ocasiones y eventos, y no quiero dejarme el sueldo del mes en él”.
Dicho y hecho, un precioso vestido color Salmón claro fue el seleccionado, con encajes, bordados y unas preciosas transparencias en la espalda que hacían el vestido aún más elegante.
La ceremonia en el juzgado, por la mañana y con la familia más cercana, y luego a comer, a algún sitio bonito pero nada de pagar un dineral por cada menú para comer cuatro tonterías. Algo bueno, que merezca la pena y que te deje saciado/a. Por la tarde, los amigos, una fiesta para celebrar y poco más. Toni contrató el alquiler de este local para fiestas en Madrid y todos sus amigos les esperaban ya dentro con un DJ y la música sonando a todo trapo. A la entrada del local, unas letras gigantes de Rótulos de Corcho con las iniciales de los nombres de los recién casados y una bonita & en medio. Después sólo les quedó disfrutar, reír, abrazarse y quererse hasta el final de la noche y, esperemos, que hasta el final de sus días.
¿Para qué gastarnos 6000 euros en un banquete que luego esperamos poder pagar con el dinero del regalo que te harán los mismos invitados? ¿Para qué dejarte 2.000 euros en un vestido que no volverás a ponerte? ¿Y los zapatos? ¿Y el ramo? ¿Y la decoración? Lo que de verdad importa es recordar ese día con cariño, como un día especial en el que decidiste pasar el resto de tu vida con una persona o, al menos, ponerlo por escrito.