Siempre juntos. SJ. Así siempre terminábamos todas nuestras conversaciones mi pareja y yo. Era algo que nos servía para reafirmarnos en nuestra relación. Más de 20 años de pareja. Casi media vida. Nos conocimos a los 18 años. Ella había estado una noche de fiesta con uno de mis amigos, pero entre ellos no surgió la chispa. “Si no quieres tú, voy a intentarlo yo”, le dije. Antonio me miró y se río. La verdad es que nunca había tenido suerte en eso de ligar, él sí, y Vanesa era una chica cañón. Sin embargo, ese día quizás se cruzaron los astros, y ella decidió darme una oportunidad.
Con 18 años comenzamos a salir y vivimos todo lo que se puede hacer en esa época, y lo que no. Salidas nocturnas hasta altas horas, viajes, nuestros primeros viajes, conociendo España. Lo curioso es que nunca salimos de nuestro país. Siempre nos faltó ese viaje a París, de la que dicen que es la ciudad del amor. Pasaron los años y llegaron los primeros golpes que te da la vida. La muerte de su padre fue un duro golpe del que logramos salir gracias a nuestra unión. Cuando ocurren estas cosas te das cuenta de lo valioso que es tener a tu lado a una persona que te ame.
Tampoco faltaron esos golpes de juventud que te hacen ser más fuerte. Me refiero a varios despidos en el trabajo. Es en ese momento cuando piensas que nunca encontrarás nada, pero rápidamente te das cuenta de que Dios aprieta pero no ahoga, de que todos los días sale el sol. De esta manera, esa relación que comenzó en una noche de discoteca se fue fortaleciendo. Éramos invencibles cuando estábamos juntos. Sin embargo blandos y débiles cuando estábamos separados.
La convivencia
La convivencia fue dura pero mereció la pena. Nos independizamos a los 29 años, todo un récord según están ahora las cosas. Roces y alguna voz que otra, pero que no hacía más que refrendar que el camino sería duro pero reconfortable. La vida seguía su curso. Más viajes, más risas, más comidas. Donde ella era la número uno. Y de repente surgió la idea de una boda. Una boda por todo lo alto, pero ella no quiso. Eran muchos gastos y poco tiempo para prepararlo. Así que los días pasaron…y de repente te das cuenta de que ya tienes la edad para ser madre y padre. Un momento duro. De madurez, en el que te surgen muchas dudas. ¿Será capaz de mantenerlo? ¿Con nuestros sueldos podremos mantenerle? La verdad es que ahora mismo una pareja donde solo trabaje uno, tiene muy complicado mantener un ritmo de vida en condiciones.
Pues bien, nos pusimos a ello. Fue duro. Ya se sabe que ahora mismo cuesta mucho quedarse embarazada, y que muchas mujeres tienen que recurrir a un método no tradicional. Por eso cuando llegó nuestro hijo fue lo más bonito. Comenzaba una nueva etapa donde ya no éramos dos, ahora éramos tres. Eso sí, su vida la primera. Porque desde que eres padre, comienzas a saber ese amor que tenían tus padres por ti. Ahora entiendes muchas cosas.
¿Por qué?
Sin embargo, la vida en ocasiones no es justa. ¿Por qué? ¿Por qué se tuvo que ir? Al año de nacer nuestro hijo, un maldito cáncer de pecho se llevó a mi mujer. En ese momento si comenzaba una nueva vida, donde te das cuenta que solo tienes a tu hijo, porque todo se pone en tu contra. Por ponerse hasta la justicia. Desgraciadamente mi pareja falleció y, no, fieles a nuestro estilo, no nos habíamos casado. Eso provocó un montón de problemas a la hora de herencias, y problemas burocráticos. Tuve que ponerme en manos de abogados, en este caso Trámites Fáciles Santander, que se encargaron de arreglármelo todo, porque como es natural mi cuerpo no estaba para asuntos judiciales.
Y así es como mi vida comienza de nuevo. Con él, que es lo único que me queda de una vida pasada. Dicen que no es bueno vivir de recuerdos, otros dicen que al final es lo único que nos queda. Yo sinceramente ya no sé ni qué pensar. Solo que quiero disfrutar de mi hijo todos los segundos de mi vida.