¿Conocéis la facilidad con la que una persona sana, a la que le gusta cuidarse, puede caer en trampas que le llevan a dar pasos en direcciones equivocadas? Hay cientos, miles de personas que (aunque ya no sea noticia) siguen cayendo en las fauces de las temidas enfermedades alimentarias, y muchas de ellas llevan años atrapadas en sus garras. Esta es la historia de Claudia, una joven sana, guapa y fuerte que acabó entrando y saliendo de diferentes centros especializados intentando curarse de una bulimia que la estaba consumiendo desde dentro.
Fue a los 22 años cuando Claudia empezó a cuidarse de una manera más periódica. Su amiga Irene ya lo hacía, y le dio algunos consejos para evitar las manchas en la piel y empezaron a irse juntas para hacer ejercicio. Poco a poco, sus cuerpos fueron cambiando, y mientras que Irene seguía delgada y esbelta, el cuerpo de Claudia parecía tener tendencia a redondearse. No hay nada peor que compararse con otra persona para empezar a caer en un pozo sin fondo. Todos somos diferentes, en lo bueno y en lo malo, y las comparaciones siempre son odiosas.
Mientras que Irene empezó a realizar ejercicios de mantenimiento en un centro de pilates en Majadahonda, Claudia se machacaba a diario haciendo running, ejercicios con mancuernas e incluso una larga lista de series de abdominales antes de ir a dormir. Pero a aun así, las diferencias entre ambas amigas eran notables y la preocupación de Claudia por su cuerpo iba en aumento.
A los 25 años vino el momento de la separación. Claudia se fue a vivir a Salamanca, pues había encontrado un trabajo allí tras acabar la carrera, e Irene se quedaría en su Madrid natal, en su adorado barrio de Majadahonda, pero los e-mails y las llamadas telefónicas nunca cesaron y siempre mantuvieron el contacto.
Claudia empezó a ir a este centro de estética a Salamanca para cuidarse la piel y cada vez notaba un mayor cambio en su rostro, tenía la piel lisa, sin acné, suave y tersa, y por ahora sin señales de arrugas. Pero en lo que respecta a su peso y a las formas de su cuerpo, seguía empeñada en convertirse en lo que no era, y seguía machacándose cada día.
En el nuevo empleo todo era genial, menos una cosa, las 8 horas que se pasaba frente al ordenador en su mesa de oficina, le pasaron factura y, en lugar de adelgazar que era lo que quería, empezó a ganar algo de peso por culpa del sedentarismo obligado.
En sus primeras vacaciones de verano regresó a Madrid, y visitó a Irene, tan espléndida como siempre, y ella tan bajita y regordita… como siempre también, así que decidió añadir algo más a su estricta dieta: dejaría de cenar por las noches.
Y una cosa llevó a la otra, y esa a la siguiente
Primero sólo fueron las cenas, y luego fue quitando alimentos también en las comidas, y al final empezó una dieta estricta que se saltaba sólo una vez a la semana para calmar sus ansias. El problema es que ese día, el que se saltaba toda dieta (el día libre lo llaman) quería comer de todo aquello que no podía comer el resto de la semana: dulces, carbohidratos, helados, grandes platos de patatas fritas, etc. y tanta comida, para un estómago tan pequeño, acababa provocándole mal estar e incluso vómitos de madrugada. Fue entonces cuando se dio de bruces contra aquello que iba evitando y esquivando durante toda su vida: la bulimia. ¿Por qué? Pues porque se percató de que ese día libre comía lo que quería y luego acababa expulsándolo todo de su cuerpo sin ninguna consecuencia para sus michelines, aunque no así para su organismo, que sí sufría muchas consecuencias..
Así, cada día, comía lo que quería y lo tiraba después. Empezó a adelgazar muchísimo, y la siguiente vez que visitó a su amiga en Madrid, quedó muy preocupada por su aspecto… y su familia, y el resto de sus amigos.
Ahora Claudia tiene 37 años y sabe que sufre una enfermedad crónica de la que jamás podrá escapar. Tiene temporadas buenas, y otras que no lo son tanto. Ha vuelto a Madrid, porque necesita compañía y vigilancia constante, y nunca, jamás, volverá a ser la misma.
Las dietas de mantenimiento son buenas guiadas por un médico profesional, las dietas de los días libres no lo son… ni siquiera de la mano de los médicos profesionales. Tenedlo en cuenta, están haciendo mucho daño.