Las secuelas que deja el estrés sobre nuestro rostro

El viejo y sabio refranero popular nos dice que “los ojos son el espejo del alma”, esta frase tan socorrida y tan cierta es un claro reflejo de las secuelas y cambios que se producen en nuestro rostro tras haber pasado por una enfermedad tan incapacitante a nivel emocional como es una depresión o un largo periodo de estrés, puesto que en la mirada y en la expresión de nuestros ojos, se refleja todo nuestro mundo interior, tanto las alegrías como las penas, las emociones, los miedos, el sufrimiento y el estado anímico general de la persona. Por ello, cuando una persona sufre un estado constante de estrés o depresivo junto con su ánimo triste, decadente, su rostro también comienza a manifestar su decaimiento.

El factor principal del envejecimiento facial es el paso de los años, si bien existen otros motivos o causas que pueden acelerar este proceso provocando unos estragos muy visibles sobre nuestro rostro como son la genética, la contaminación, una mala alimentación o el estrés y que causan verdaderos estragos en nuestra belleza.

En la actualidad existen diversos tratamientos estéticos o quirúrgicos para frenar estos procesos, por ejemplo, el tratamiento de párpados, donde si nos adentramos en él, podemos distinguir el que se realiza para rejuvenecimiento de la mirada con un efecto natural mediante una cirugía estética de los párpados denominado blefaroplastia o el tratamiento de párpados caídos, tanto congénito como adquirido, o lo que se denomina como ptosis palpebral, que es casi siempre quirúrgico y que está avalado por unos excelentes resultados tanto a nivel funcional como estético, por lo que su corrección es siempre recomendable a través de cirujanos oftalmológicos especializados en oculoplastia y cirugía plástica ocular. La doctora Cecilia Rodríguez es una de las profesionales más demandadas en esta cuestión y es que sus años de experiencia le han aportado un gran conocimiento en esta materia, es por ello por lo que nadie mejor que ella conoce que los principales problemas o síntomas visibles a los que podríamos enfrentarnos serían:

  • Hinchazón de ojos y la aparición de ojeras, como consecuencia de tener afectada la capacidad del sueño, lo que nos hace dormir poco y mal, sin potencial para realizar un descanso óptimo.
  • Deshidratación. La ralentización de la circulación sanguínea debido al estrés provoca que todos los nutrientes se trasladen a otras zonas del cuerpo, provocando que al rostro no lleguen suficientes nutrientes, incluso los que mantienen húmeda la piel, para que esta se mantenga joven, sana, húmeda o luminosa. Esta mayor evaporización de líquidos hace que la piel se torne seca y esté menos protegida contra los agentes externos, por lo que una dosis de hidratación extra se convierte en algo indispensable.
  • Descolgamiento facial o perdida de firmeza de la piel. Causado principalmente por la disminución de la proteína elastina encargada de que los tejidos recuperen un tamaño normal después de un movimiento. La ralentización de la circulación sanguínea, la disminución de nutrientes y la deshidratación trae consigo un envejecimiento cutáneo y la aparición de las primeras o nuevas arrugas en el rostro. Los puntos donde se muestran principalmente esta pérdida de firmeza son la papada, los surcos nasogenianos y los párpados de los ojos.

¿Qué podemos hacer para evitar el envejecimiento facial?

Para evitar el proceso de envejecimiento facial causado por el estrés hay que tener controladas dos hormonas directamente relacionadas con él, pero que tienen funciones totalmente dispares, como son:

  • La adrenalina, que se libera en momentos álgidos de estrés, excitación o peligro y que ayuda al organismo a estar en alerta. Su exceso de producción provoca ansiedad, insomnio, irritabilidad, etc.
  • El cortisol, producido por las glándulas suprarrenales situadas encima de los riñones, con una función la de incrementar los niveles de azúcar en sangre y contribuir al buen funcionamiento del sistema inmune, controlando el estrés y la ansiedad. Cuando el periodo de estrés se alarga, se libera cortisol de forma adicional a la habitual para ayudar al cuerpo a responder de manera apropiada, lo que puede ocasionar unos niveles demasiado altos originando problemas de cambios en la piel como contusiones, estrías de color púrpura, cara enrojecida y redonda, debilidad muscular, etc. Este exceso de producción provoca que se descomponga el colágeno a un ritmo mayor del habitual lo que da lugar a la aparición temprana o a la intensificación de arrugas y líneas de expresión del rostro, por todo ello el cortisol es el principal responsable de que el estrés se convierta en el enemigo número uno de la piel.
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