Dicen que absolutamente todo en esta vida tiene ventajas e inconvenientes, que lo bueno tiene factores negativos y que también dentro de lo malo pueden encontrarse beneficios. Personalmente, me sitúo en contra de estos postulados. Y es que hay cuestiones que, si sabemos entenderlas bien, solo pueden proporcionarnos ventajas.
Pensemos en, por ejemplo, viajar. ¿Qué puede tener de malo viajar, acudir hasta otros lugares para conocer sus paisajes, sus culturas y sus gentes? ¿No solemos pensar que es este el mejor medio para terminar con endémicos males de nuestra sociedad como el racismo? Probablemente estéis pensando en el factor económico como el principal inconveniente para viajar. Y entiendo vuestra postura, porque normalmente muchas empresas apuestan por lucrarse hasta el extremo aprovechando el deseo de mucha gente de salir de sus ciudades por unos días. Pero creedme si os digo que, con un poco de organización, pasar unos días en otra ciudad puede llegar a ser barato y no por eso menos fantástico.
Y qué decir si el motivo del viaje tiene que ver con la literatura. El literario es un mundo extraordinario ya que, al escribir, nuestra imaginación se torna en una auténtica realidad. Tenemos el poder de controlarlo todo, de ser una especie de Dios Todopoderoso, de manejar los hilos de la existencia de los personajes. Poder entrelazar eso con la descripción de la ciudad que visitamos es, simple y llanamente, arte.
El año pasado participé en uno de los certámenes de relato corto organizados por la Junta de Andalucía. Con el fin de promover el valor de su tierra, el organismo estableció que la única condición para que las historias fueran aceptadas es que se desarrollaran en uno de los municipios y ciudades de la región. Así que como llevaba tiempo deseando conocer Sevilla, organicé un viaje para matar dos pájaros de un tiro: para poder visitarla al fin y para documentar fiel y detalladamente sus calles, sus olores. Todo.
Lo primero que necesitaba era, evidentemente, encontrar un hotel de mi confianza en el que hospedarme. En la ciudad existían posibilidades, pero para que no encontrar ningún aspecto negativo a mi viaje yo quería dar con un hospedaje barato y en el que no me faltara de nada. Por eso decidí confiar en Mercer Sevilla, una cadena de hoteles líder en toda España, con representantes no solo en la ciudad hispalense, sino también en otras de la importancia
de Barcelona.
En el hotel no pude estar mejor. En el hotel, caracterizado por contar con un servicio de lujo y unos restaurantes cuyos menús eran de primera calidad, me encontré de maravilla. La verdad es que me encontré como en mi casa, perfectamente atendido y en un entorno idóneo, en el pleno corazón de una ciudad tan bonita y elegante como Sevilla.
Una localización perfecta para el relato
Todo lo que pude descubrir acerca de la ciudad fue de suma utilidad para reflejarlo en la historia que quería transmitir. Durante los días en los que se extendió mi estancia conseguí empaparme de la ciudad y pude escribir un relato que me dejó bastante satisfecho y con el que contaba con bastante posibilidades de agradar al jurado. Estaba ilusionado y tenía la esperanza de ganar. La manera en la que había trabajado era ideal y eso se notaba en la perfecta descripción de los lugares en los que transcurría el argumento.
Entregué el relato. La suerte estaba echada. Tocaba esperar el veredicto de los jueces y ver los resultados, unos resultados que no olvidaría jamás. No lo haría porque conseguí un segundo puesto mucho más que digno. Los encargados de otorgarme el premio destacaron la fidelidad con la que había descrito la ciudad, una ciudad mágica y que es una de las mayores bellezas culturales y patrimoniales que tiene nuestro país. Poder visitarla y hospedarme en un hotel de la calidad de Mercer para escribir un relato es una experiencia que no olvidaré jamás.