En boca cerrada…

Sí, no se puede decir que Laura, no sospechase en parte lo que podía pasar, y de hecho pasó, el día de su despedida. Suponía que Tomás, haría una de las suyas, eso sí, pero no tan gorda. El hombre, de 42 años, con el que se suponía iba a contraer matrimonio, era un borracho insoportable, maleducado hasta la médula y un bocazas. Pero con Laura, se comportaba. Intentaba disimular, suponía ella, y aunque a veces le costaba, en principio Tomi, que así le llamaban, acostumbraba a reservar sus desenfrenos, sus broncas y sus tonterías para otr@s.

Canción triste en el JFK

Tenía 5 años, cuando montó en un avión por primera vez, su familia volaba hacia una nueva vida en América. A su madre, le habían dado un puesto en Nueva York, una gran oportunidad que, según ella, no podía desaprovechar. Un buen sueldo, un buen seguro médico, y multitud de ventajas y oportunidades de formación y promoción, argumentaba Cecilia. Se instalaron en Manhattan, el mejor barrio de la ciudad, en una increíble mansión, como las de las pelis. Martín (en el futuro (Martin, con acento en la a), era pequeño, y no era consciente del gran cambio.

Nada volverá a ser como antes…

Corría el año 1975 y por aquel entonces, Ignacio contaba con apenas 18 años de edad, y aunque ya han pasado más de 40 años desde entonces, hoy lo recuerda como si hubiera sido ayer, y jamás podrá olvidarse de la primera vez que vio a Teresa. Era una mañana lluviosa se septiembre y el curso acaba de empezar. Ignacio, que estudiaba periodismo, tomaba un café, cuando de repente, una escandalosa risa estallaba justo detrás de él. En un primer momento, hizo caso omiso, pero la segunda carcajada, la curiosidad pudo con él.

Sucedió una tarde…

Su nueva oportunidad laboral en Londres podría echar por tierra años de relación, y de hecho así fue, y lo sabía, pero la separación, sólo era cuestión de tiempo y ambos lo sabían, y seguramente si habían estado juntos durante casi 3 años, se debía en parte, a la posibilidad de ascenso de Ignacio, inevitablemente en el extranjero. A Susana nunca le habían gustado los compromisos, pero curiosamente solía solapar una relación con otra y en esta ocasión todo le salía a pedir de boca, ya que sabía que antes o después y sin necesidad de romper, la relación terminaría irremediablemente. Ya no tendría que montar sus típicos numeritos, ni liarse con su mejor amigo para que este la dejara.

Aprendiendo a sentir la totalidad

Ya  lo decía Descartés, el sentido común es el mejor repartido de todos los sentidos. No hay nadie que se queje del suyo. Yo me atrevería a decir, que además del sentido común, existe otra cosa de la que todos y todas estamos orgullosas, el sexo. Desde nuestro particular punto de vista, todas nosotras, todos vosotros, practicamos sexo de maravilla, nadie se nos pueden comparar y no aceptamos críticas, eso por descontado. El problema lo tendrás tú que no sabes…

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