Los sueños a veces pueden realizarse, en esto he estado pensando este verano cuando tomaba el sol tranquilamente en mi nuevo chalet en la sierra madrileña. Lo de “nuevo” es entre comillas, puesto que lo que hice es someterle a una reforma tan profunda, que como dicen muchos vecinos lo que hice se pude decir que fue ponerlo todo patas arriba y reformar el interior y el exterior. En un principio lo que hice fue comprar un chalet que tenía ya unos años, concretamente de 1.972 y que, para ser sinceros, no había aguantado demasiado bien el paso del tiempo. Entre las razones que más me convencieron de la totalidad de la reforma fue un tejado que estaba en bastante mal estado. Yo creo que del pueblo el mío y dos o tres más eran los únicos que no estaban realizados en pizarra, algo fundamental en esta zona, no solo a nivel estético, sino porque también conserva mejor la temperatura.